[OPINIÓN] ¿Epidemia de suicidios en Atacama?

16 Junio 2016

Uno de los problemas que tenemos en la III Región es el déficit de recursos sanitarios en salud mental.

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Por Dr. Juan Matías Santos
Médico-psiquiatra
Académico del Departamento de Psicología
Universidad de Atacama

Recientemente han saltado a los medios de comunicación varias instancias de personas que se han quitado la vida en nuestra región y que darían la sensación de que hay un repunte de los suicidios. Más allá de la mala y luctuosa racha debemos reflexionar sobre las evidencias de los factores de riesgo de suicidio que, lamentablemente, sí se dan en Atacama. Sólo atajando estos factores de riesgo podremos disminuir la probabilidad de que se den más suicidios en un futuro. 

El primer dato “duro” es que un porcentaje muy significativo de suicidas (en torno al 90%, según la literatura científica) padecen algún tipo de enfermedad mental. Típica, pero no exclusivamente, depresión. También hay otros padecimientos, como las psicosis o los trastornos de personalidad, que conllevan un riesgo aumentado de suicidio. 

Uno de los problemas que tenemos en la III Región es el déficit de recursos sanitarios en salud mental. Con una docena de camas en un Servicio de Psiquiatría de Agudos, un Hospital de Día y algunas instituciones que tienen algún pequeño aporte, y con una preocupante insuficiencia de profesionales en el área, la consecuencia es lógica: no se puede llegar de manera óptima a las personas que padecen enfermedad mental. Con lo que actualmente se dispone no es factible hacer un seguimiento comunitario óptimo de quienes tienen ideación suicida ni plantear sólidas estrategias de prevención. 

En segundo lugar hay una relación demostrada hasta la saciedad entre adicciones y suicidio. Y en Atacama tenemos un serio problema de drogas y alcohol. Las sustancias ilegales más consumidas en Atacama son el cannabis, la cocaína y la pasta base. Empiezan a popularizarse asimismo determinadas drogas sintéticas. Todas ellas están asociadas con el aumento del número de suicidios. Más aún, las drogas o el exceso de alcohol agravan las enfermedades mentales e incluso las precipitan no pocas veces. Entre quienes padecen patología dual (concomitancia de enfermedad mental y adicción) la tasa de suicidio multiplica varias veces a la de la población general. 

Sería injusto no ya decir, sino sospechar, que en todos los recientes casos de suicidio hubiera un problema de adicciones subyacente. Insisto que cada caso es un mundo, y hay que estudiarlo en particular para saber qué llevó a ello. Idealmente el poder realizar autopsias psicológicas, una técnica que permite extractar información de cómo se encontraba y sentía la persona que cometió suicidio tras su muerte, sería lo mejor. Pero carecemos del número de profesionales preparados para acometer dicha tarea. 

Sea como fuere, la sociedad atacameña tiene que plantearse si puede seguir con esta laxitud hacia el consumo excesivo de alcohol y el uso de sustancias ilícitas. No sólo por la inevitable consecuencia del aumento de las tasas de suicidio que conllevan, sino también porque empezamos a tener personas jóvenes y en edades medias con daño cerebral permanente por culpa de estas sustancias. La droga, o el abuso del alcohol, son avenidas por las que la gente típicamente tiende a escapar o a evadirse. Pero… ¿escapar dónde? ¿A “paraísos” tan falsos como peligrosos y nocivos?. 

En tercer lugar los estudios científicos prueban que la desesperanza es el mayor predictor de la conducta suicida. Cabe plantearse si la desesperanza con la que vive la sociedad moderna tiene que ver con desear y aspirar demasiado, con conformarse poco, con un estilo materialista sin freno ni filtros; con no reconocer que el sufrimiento, la pérdida y el dolor forman parte inevitable de nuestras vidas. Pero también con la falta de principios y de objetivos y metas claras en nuestras vidas que vayan más allá de uno mismo y de este culto desaforado al yo y al placer que hoy día practicamos con denuedo. Este “aquí y ahora y lo demás no importa” con que se vive en nuestra región no se percibe, por ejemplo, en otras zonas de Chile. Deberíamos pues revisar nuestros parámetros existenciales si queremos prevenir suicidios en el futuro. 

Toda pérdida de una vida humana es una tragedia. Y en el suicidio no sólo está la tragedia de quien lo comete, sino también el dolor inenarrable de sus seres queridos y próximos. No es, por tanto, un problema individual, sino un problema como sociedad. 

Dicho lo anterior, las estadísticas demuestran que ni Chile ni Atacama tienen las peores tasas de suicidio del mundo. Países como Japón, Suecia, la India o varios del este de África, tienen tasas de suicidio muy superiores a las nuestras. Sin embargo en Iberoamérica sólo nos superan Uruguay Cuba, amén de las colonias holandesa, francesa y británica de las Guyanas. Objetivamente, por tanto, el tema del suicidio sí es preocupante y constituye ya la 3ª causa de muerte en jóvenes. 

Quizás lo pasado en las últimas semanas y en los últimos meses sea eso: una mala racha. Es cierto que uno percibe en la sociedad atacameña aspectos muy positivos, como la enorme resiliencia ante las catástrofes naturales. Pero alguna medida se impone en estos tres puntos: mejora de la atención en salud mental, disminución del abuso de alcohol y del uso de drogas y optar por una existencia más profunda y más realista. De lo contrario, seguiremos incrementando nuestro dolor y nuestro luto. 

Ver también: 2 casos en un día en Atacama: Qué hacer en caso que una persona quiera atentar contra su vida


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