Los misterios del beso de Judas

Los misterios del beso de Judas

30 Marzo 2021
Hoy, en plena democracia delatar por nada, creo que es miserable, nefasto, deplorable, una degradación para el ser humano. Ya no hay presiones con armas para delatar, ni para conservar trabajos, amigos, estatus o velar por tu vida. Sólo debes hacer bien las cosas.
José Luis Silva... >
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Los misterios del beso de Judas

En las últimas semanas han aparecido en distintos diarios electrónicos una noticia que me llama harto la atención. El diario interferencia.cl ha publicado acerca de una polémica vinculada al alcalde Felipe Alessandri, en una supuesta participación de una red virtual conformada por tal alcalde, Carabineros, dirección del establecimiento y la Dirección de Educación Municipal (DEM), por una supuesta creación de un whatsApp para delatar a estudiantes del INBA, prácticas que me recuerdan períodos muy oscuros de nuestra historia, llegando incluso este caso a Contraloría. De hecho, el mismo diario publicaba hace unos días atrás, el relato de un despido hecho en el año 2016, basado en intersecciones por WhatsApp.

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Cuanto tenía 13 años de edad, mi abuela materna un día llegó desde Santiago y me regaló una resma de papeles verdes con una coloración bastante especial. Esto fue en plena dictadura, en el año 1983, no me acuerdo si fue mayo o septiembre de ese año. Las protestas contra el régimen militar recién habían comenzado en Valparaíso. Yo percibía que ese movimiento había sido iniciado en la UCV y que luego, se habían trasladado hacia el Liceo donde yo estudiaba.

Iba en 1° medio del liceo Eduardo de la Barra, uno de las instituciones más importantes en las cuales he pertenecido y de la cual aún me siento muy orgulloso, pues allí viví las cosas más importantes de mi vida.

Pero bueno, en ese contexto, no se me ocurrió la mejor idea de que esos papeles hermosos que me había regalado mi abuela los transformara en panfletos, por lo que me compré papel calco y con eso, habré hecho unos 200 panfletos que decían.”…Fuera el dictador. Basta de tortura y muerte”. Y a eso sumaba…”PARO…” para una fecha que no recuerdo. Bueno, sólo quería apoyar una buena causa.

Al otro día, partía mis clases a las 8 de la mañana con Ciencias Sociales, el recreo era a las 9:30 y luego, me tocaba una tercera hora de la misma asignatura con una profesora que ni siquiera recuerdo su nombre. En ese recreo de las 9.30, fue cuando tomé desde mi mochila unos 50 panfletos, dejé algunos en la mochila y otros en mi cuaderno de Ciencias Sociales, pues como comentaba, me tocaba en la tercera hora también. Me fui a recreo. Mi sala estaba en el segundo piso, por lo que se me ocurrió ir con la masa de alumnos que iban bajando al patio principal, y donde comenzaban las escaleras, dejé los panfletos en el piso, los empujé con el pie hacia el piso inferior y se desparramaron por todos lados, cumpliendo mi objetivo. Hubo algunos gritos contra el dictador, algunos silbidos y eso fue todo. Seguí en mi descanso hasta que tocaron la campana para volver a clases. Cuando me siento en mi puesto, me doy cuenta que no estaba mi cuaderno, lo busco por todos lados. También le pregunté a mis compañeros y nadie sabía nada. A los 2 minutos de iniciada la clase, golpean la puerta 2 paradocentes, que no los conocía y que no los había visto antes, de dudosa procedencia, de pelo corto, teniendo uno de ellos mi cuaderno en sus manos. Me piden que saliera y me llevan a la inspectoría, que era la típica inspectoría donde solían anotar mis atrasos o donde con viejos inspectores de confianza manteníamos interesantes conversaciones.

Los 2 paradocentes, me sientan en una silla en el centro de esa sala y cierran la puerta con seguro. Caminan a mi alrededor y comienzan a amenazarme violentamente. Usaban el concepto de que me iban a “sapear” a los “ratis…”, que tuviera cuidado desde ahora. Y entremedio, me sacaban la madre, me trataban de cabro de mierda y otros garabatos que no puedo repetir por respeto a los lectores de este diario. Esa sala que era la típica sala de inspectoría, se transformó en una sala oscura, fría y sin ese calor que daban los otros inspectores. Al final de esa pequeña misteriosa sesión, uno de ellos, me devuelve el cuaderno pegándome fuertemente con el canto en el hombro. De nuevo me sacan la madre y uno de ellos me dice: “…Y ándate huevón con la profe que te sapió…”. Nunca sentí miedo, tenía sólo 13 años, tenía toda la fuerza para luchar por una causa, me levanté, no dije nada, cerré la puerta y volví a la clase. A la profe nunca la volví a mirar.

Pero, cuando cerré la puerta de esa sala de inspectoría, mi dolor no era por el trato, debido a que en la época solían haber personas que hacían ese trabajo sucio, que comúnmente se infiltraban en instituciones para perseguir, reprimir o delatar. Era común y todos lo sabían. El riesgo era alto y podías terminar muerto, tirado en cualquier lugar sin problemas. Sabía que el aparato represor era eficiente y que muchos, se prestaron fielmente para ese miserable servicio. El dolor fue otro.

El dolor fue que me dijeran que mi profesora me había delatado. Iba en primero medio, ella sabía lo que pasaba en mi liceo, que podrían haber infiltrados, que era peligroso. Hasta ese momento aún creía que las profesoras eran tu segunda madre y que te debían proteger. En fin, esta historia se la he contado a muy pocas personas. Y esas mismas personas a veces han asociado la entrega del cuaderno con el beso de Judas. No lo sé…Podría ser…!!!...

Pero no obstante, se entregó el cuaderno para entregar a un estudiante de 13 años. Según la historia, Judas le da el beso a Jesús porque debía mostrar al que buscaban, al que perseguían, al peligroso, al rey de los judíos, al anarquista, al revolucionario. En este caso precisamente, me entregó mi profesora.

Han pasado más de 35 años y para mí es insólito volver a leer noticias como esas. Es misterioso el ser humano, cuando la mayoría de los problemas se solucionan sólo con mayor educación. Es misterioso el ser humano, cuando están todas las posibilidades para tomar buenas decisiones y toman las peores. Es lastimoso, pues mañana podría generarse un whatsApp para delatar a los que tienen orientaciones sexuales diferentes, a los que tienen otras religiones o quienes vienen de barrios vulnerables o que se expresan de forma libre, o quienes hacen arte que no les agrade o a los que pertenecen al sindicato o sencillamente, a quienes visten distinto.

Alguna vez, conversando con un colega a quién le conté esta historia me dijo que en dictadura hubo presiones para delatar. Tenían las armas y las personas muy frecuentemente por miedo, delataban a sus estudiantes, a sus vecinos, a sus compañeros de trabajo. E incluso, entre familiares. El poder de las armas obligaba muchas veces a delatar para conservar trabajos, amigos, estatus e incluso, velar por su vida. Creo que hasta cierto punto, le encontré la razón, pues fueron tiempos oscuros.

Pero hoy, en plena democracia delatar por nada, creo que es miserable, nefasto, deplorable, una degradación para el ser humano. Ya no hay presiones con armas para delatar, ni para conservar trabajos, amigos, estatus o velar por tu vida. Sólo debes hacer bien las cosas.

Los romanos esperaron cerca del huerto de Getsemaní para que Judas besara al indicado. Pero el indicado puede ser cualquier persona. Todos podemos ser los indicados en algún momento. Es misterioso el ser humano cuando insiste en la oscuridad, teniendo todas las posibilidades para tomar las mejores decisiones.

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