Lo que el 2020 nos enseñó

Lo que el 2020 nos enseñó

31 Diciembre 2020

Vivimos en los tiempos en donde los super héroes no eran los de Marvel o DC Comics sino los que en vez de capa, escudo o martillo,  llevaban uniforma blanco, azul o celeste y que cubrían su rostro de héroes o heroínas  anónimos con EPP.

Yennifer Vallej... >
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Un Clásico de fin de año era ver en diferentes medios de comunicación resúmenes noticiosos del año que se iba o ranking de lo bueno, lo malo y lo feo del año que trascurrió. En las ceremonias de empresas o de cualquier organización social era tradición el reconocimiento al mejor del año, el cuadro de honor, la distinción, el premio a quienes se habían esforzado por hacer sus labores de forma íntegra.

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La dinámica era siempre mirar hacia atrás y hacer un balance organizacional, grupal, familiar o personal, de los acontecimientos que se habían vivido, la idea fue siempre tener excusas suficientes para despedir un año de forma alegre, aunque este no hubiese sido tan exitoso como esperábamos y a su vez recibir el año venidero con altas expectativas, para eso nos llenábamos de cábalas, que dieran aunque sea una esperanza de que todo lo que queríamos se pudiera cumplir el próximo año; maletas, calzones de colores, uvas, lentejas, billetes, velas, anillos en la copa, abrazos al sexo opuesto, todo, absolutamente todo servía, primero para divertirnos y segundo para creer, aunque sea por una última noche, que el próximo año nos iba a sorprender.

Y así fue, se vino el 2020, un año que prometía, por su numerología, ser doblemente sorprendente y vaya que lo hizo. El año que nos hizo aterrizar de sopetón a una realidad a veces desconocida, a la realidad que nos negábamos a ver. El año que nos dio una pincelada de humildad y nos quitó de tirón la soberbia ante la vida, la arrogancia de sentirnos inmortales, inmunes, eternos, que nos tenía en esta vida planificando acontecimientos que nunca se concretaron, simplemente porque un virus desconocido nos mostró, como siempre debimos vernos, frágiles y vulnerables. Develó que todo era impredecible y que nada era tan estructurado como nos habían enseñado.

Durante este 2020 fuimos testigo de como flaquearon a nivel mundial los sistemas económicos, escolares, políticos, de salud, seguridad pública, todo, absolutamente todo tambaleó y nosotros con ellos, si al final quienes sustentan esta estructura somos todos y todas, los mismos que estamos siendo continuamente amenazados por este virus, que no cesa y que nos mantiene en la más absoluta incertidumbre de no saber que nos hará si nos contagiamos, porque hemos visto que azota sin piedad a jóvenes y a los no tanto, a sanos y a quienes tienen preexistencias médicas, agudizando esa fragilidad que tanto nos incomoda. Pero desde esa vereda, la del asumir este nuevo escenario, en donde nos aceptamos como seres frágiles y vulnerables, pero no viéndolo como debilidad sino como fortaleza, que nos permita engrandecernos y ser conscientes de que todo puede cambiar y que no somos dueños de un destino, desde ahí, más humildes y libres podemos de igual forma hacer ese resumen que tanto costumbrábamos hacer cada fin de año, ese recuento de lo vivido. Buscar el aprendizaje, porque como dice una hermosa canción de Ismael Serrano: “Todo temporal nos regala una enseñanza”. Pues bien, los invito a buscar la suya, qué nos dejó este año. Creo que en parte a muchos nos hizo valorar el sentido de las cosas simples, el descubrir talentos, inquietudes o sueños, que no afloraron antes por la vida superficial y vertiginosa que llevábamos, el emocionarnos al descubrir cuan importante eran los abrazos, las miradas, las juntas con la familia, con amigos o amigas, el contacto, el estrechar las manos, el sonreír en la calle, el extrañar…cuanto nos enseñó el extrañar.

El aprendizaje que dejó el hacernos cargo de labores que antes delegábamos en otros, como es el caso de la Educación de nuestros hijos e hijas, valorando con esto el tremendo trabajo de los docentes.

En lo laboral cuánto aprendimos adaptándonos a la nueva forma de trabajo, en casa o por sobre todo aquellos que por necesidad no pudieron quedarse en casa y tuvieron que capear día a día esta pandemia trabajando en terreno, a pesar del miedo, porque si no se trabajaba no se comía. Aunque suene duro todo lo vivido es aprendizaje y si somos optimista todo es ganancia, fuimos de una u otra forma protagonista de una época que quedará marcada en los libros de Historia, podemos (si nos cuidamos) contarle a las generaciones venideras los días en que los niños y niñas se educaron a distancia, en que nos aprendimos a saludar y celebrar sin tocarnos, por medio de pantallas, en que, dentro de nuestras posibilidades y por resguardar la salud de quienes queríamos, nos encerramos en casa, nos cubrimos las boca, no para callarnos sino para cuidarnos.

Vivimos en los tiempos en donde los super héroes no eran los de Marvel o DC Comics sino los que en vez de capa, escudo o martillo, llevaban uniforma blanco, azul o celeste y que cubrían su rostro de héroes o heroínas anónimos con EPP (equipo de protección personal) que muchas veces compraron ellos mismos, con la única finalidad de conformar la primera línea, que al igual que la anterior, la de octubre, nos protegían de un enemigo implacable, injusto y violento.

Aprendimos que el Chile real no era el que mostraban en la televisión, sino el que a punta de solidaridad levantaban ollas comunes para matar el hambre de los más dañados por la pandemia.

Aprendimos finalmente que un virus no nos impidió cambiar la historia con un lápiz y que bañados en alcohol gel y con mascarilla puesta decretamos cambiar la historia de Chile para que mañana, cuando ya no estemos, cuando esto ya haya pasado, los que queden, puedan vivir en un país justo y digno.

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Yennifer Vallejos Meriño

Profesora General Básica

Miembro GEA Atacama