La Fiesta de Todos los Santos: ¿Quiénes son los Santos de la Iglesia?

31 Octubre 2012
A los enviados de Dios, los profetas, se les llama simplemente por su nombre y no con el calificativo de “santo”. Pero a los santificados por la Iglesia, no. ¿Son ellos quizás la élite, la flor y nata, personas entre sus filas escogidas institucionalmente por una religión jerárquica de culto?
Juan Lama Ortega >
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En algunas religiones de este mundo orientadas al exterior, es decir más a ritos que a una fe vivida internamente, se escucha a menudo hablar de los santos, especialmente en la religión católica, la que se autodenomina cristiana a pesar de que Jesús de Nazaret nunca habló de santos. Es más, en una ocasión en la que fue llamado buen maestro, Él respondió: “¿Por qué Me llamas bueno? Nadie es bueno, salvo Dios, el Uno”. De esta declaración se deduce que bueno, incluso santo, solo hay Uno en todo el Reino de Dios, el Uno universal, a quien Jesús llama de forma sencilla Padre.

En la Biblia, considerada por la Iglesia católica un libro infalible en el que todo su contenido es palabra de Dios de principio a fin, se puede leer en el Antiguo Testamento lo siguiente: “Nadie es santo, sólo el Señor; pues fuera de Ti no hay ningún Dios; ninguno es una roca como nuestro Dios” (Sam 2.2) En una sola cita de un verdadero profeta de Dios se desbarata completamente el teatro montado en torno a la santidad.

En contraposición los profetas de Dios son los auténticos portadores de la palabra del Reino de Dios. Ellos vinieron y vienen  enviados por El para traer a los hombres la palabra luminosa de los Cielos, la palabra del Eterno y traducirla para las personas. Así también Jesús de Nazaret, el Hijo del Uno Universal, fue enviado por Dios como todos los verdaderos profetas. De esta forma los mensajeros de Dios son los trasmisores de la Verdad eterna, no intermediarios entre Dios y los hombres. El mediar como tal es una forma de culto clerical, puro culto pagano.

A los enviados de Dios, los profetas, se les llama simplemente por su nombre y no con el calificativo de “santo”. Pero a los santificados por la Iglesia, no. ¿Son ellos quizás la élite, la flor y nata, personas entre sus filas escogidas institucionalmente por una religión jerárquica de culto? La respuesta es sí.  

Los santos de la Iglesia, por lo tanto, no son enviados de Dios ni fueron autorizados por el Eterno para traer Su palabra, es decir Su mensaje a los hombres. Ellos son elevados a la santidad y llamados “santos” por seres humanos, para que actúen exclusivamente por y para la Iglesia y sus fieles, sin importar que entre ellos hayan existido criminales, sin importar los millones de personas de otras religiones a quienes se les excluye sin compasión del cielo, sin importar las excelsas Enseñanzas de Jesús de Nazaret quien nos acercó el Dios del amor, nuestro Padre eterno, que no condena ni castiga y que nos tiende la mano en cada situación, en cada momento y por toda la eternidad.

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