Historias sin confinamiento: No todo lo que brilla es oro… sobre todo en el ciberamor

20 Julio 2020

Ahí quedó la Jani con su ciberamor a distancia y su siempre apasionada apuesta. Y claro no todo lo que brilla es oro.  

Claudia Piñones >
authenticated user Corresponsal Corresponsal Ciudadano

Un scooter era el medio de movilización de la Jani en sus tiempos de universidad. Y la verdad es que nunca había manejado, pero con entusiasmo aprendió rápido, no muy bien, pero rápido. Al menos podíamos llegar de un lado a otro sin problemas.

Un par de revolcones y caídas nos dimos, pero nada de gravedad. Cuando la Jani adquirió esa joyita, quiso incluso ser parte de un grupo de motoqueros y se inscribió en un grupo de Facebook, yo la acompañé a un par de juntas, la verdad nada excitante, era hablar de mecánica, y todos tenían muy enchuladas sus motos y la Jani a lo más, le había pegado un par de stickers que le habían salido en los celulares o zapatillas que había comprado, así que íbamos sólo a dar la pena. No fuimos más.

Al paso del tiempo, la Jani desertó de la moto y volvió a sus andanzas en dos pies. Habían sido muchas las caídas, quizás era tiempo de dejar el masoquismo.
Pero siguió inscrita en ese grupo y fue ahí donde un tal “Panchito” la contactó. Haciéndose “el Larry”, pretendiendo hacer amistad. El lolo era santiaguino, muy mino, simpático estudiaba kinesiología y además era deportista. Yo de inmediato pensé que era un estafador, de esos típicos que te engatusan y empiezan a pedir plata, hemos visto tooodos los capítulos de “Espías del Amor”, como para caer.

Yo le advertí a la Jani, pero como es llevada de sus ideas y siguió el jueguito. La dejé tranquila porque a la Jani le gusta el coqueteo en vivo, salir, conversar, lucirse ella con su andar seductor, mostrarse. Pero con esto de la tecnología, ella podía hacer eso y más. Aunque no se aguantó por mucho tiempo y decidió ir a conocer a esa maravilla a la capital.

Aprovechó un fin de semana largo y se mandó a cambiar, llevaba como buena chica de región un frasquito de conservas para no llegar con las manos vacías, mal que mal el “Panchito” vivía con su mamá aún y si no le caía en gracia al menos tenía una cartita bajo la manga. El viaje a Santiago se hizo eterno, mi socia no se podía comunicar con el lolo y me pedía que lo llamara, y claro no hubo respuesta. Yo estaba mega urgida y la reté casi todo el camino, pero hasta que llegó a la capital y ya tenía el plan de regresarse el mismo día. Se bajó, toda derrotada, su pelo era un caos vivo, sin maquillaje, con sueño, la pinta a mal traer, era un viaje de 9 horas no era menor la osadía, pero ya estaba ahí. Al bajarse y poner un pie en el San Borja, aparece un ramo tremendo de flores que le preguntaba si podía ayudarla con la maleta. Era él, muy galán, se abrazaron, la Jani le puso un beso, como jamás había besado. Se sintió viviendo una de sus tantas películas de amor, no lograba creer lo que estaba viviendo. Era él, el mismo de las fotos, el mismo mino, muy arreglado y perfumado, sin embargo, tenía un sólo "pero", es que la Jani nuevamente era una cabeza más alta que él. Le quedó un poco chico el pretendiente. Pero eso era lo de menos, pues ya estaba a punto de darle fin a su mala racha amorosa.

Ese día fueron a comer y luego a la casa de él conoció a su familia, principalmente a su mamá, donde la Jani pudo percatarse de cierto fanatismo que se tenían mutuamente. La mamá se refería a su hijo como mi niño adorado y en un momento la vio saludándolo con un beso medio “cuneteado” (así de guacala). Y él por su parte, se hacía el bebé en algún momento mientras conversaban. Esa noche la Jani se quedó a dormir ahí, él tenía preparado una noche cargada de romanticismo partieron por un vinito y ya al rato estaban full piscolas. Vivieron su noche de fuego y por la mañana muuy temprano la Jani despierta incomodada, pues tenía estrangulado el pie, tanto así que sintió hasta un poco de dolor, cuando se sumerge en las cobijas de la cama puede darse cuenta que la culpa era de una prenda no identificada. Vaya a saber uno cuantas vueltas se dio en la cama de un lado al otro. Al liberarse del estrangulamiento se da cuenta que es un “churrín xs”, claramente no era de ella. La Jani podía tener de todo, pero era fiel a la pantaleta una talla más de la que normalmente usa. Le empezó a entrar un calor, tipo fuego furioso, tiritaba de rabia, apretaba los dientes y los ojos se fijaron en esa carita dormilona lanzándole chorros de lava. Es que cuando la Jani se enoja y se le mete algo en la cabeza no hay quién la detenga. Y con rabia y ofuscación comenzó a hacer el escándalo de la vida. Pidió explicaciones y no recibió ninguna que la dejara conforme. La Jani lo maldijo, por poco le dijo hasta de lo que se iba a morir.

“Panchito” entre dormido y con caña, no tuvo más remedio que pedirle y rogarle a mi socia que emprendiera el vuelo, la Jani agarró sus pilchas y se fue; se fue corriendo al metro, con mucha rabia y pena; como habrá sido su ofuscación que aún llevaba en la mano izquierda muy apretado el churrin, sólo se dio cuenta cuando sacó las monedas para pagar el metro. Y sin piedad lo lanzó a la línea del tren, como quien lanza a su enemigo al abismo. Es que la Jani siempre le ha puesto un toque, sooolo un toque de drama a su vida.

Aquel galán y romántico personaje fue destruido en la mente de la Jani, era uno más de los que hacen el jueguito para darle adrenalina a sus vidas, pero sin piedad.
Poco y nada sabía la Jani de Santiago, y como pudo llegó al terminal agarró el primer Pullman y se regresó.

Ahí estaba yo esperándola con un tecito caliente y un aliado en el terminal de buses, para abrazarla con la esperanza de que algún día escuche mis consejos. De todas maneras, me había propuesto no retarla más y que hiciera uso de la oferta local, y no hiciera más estás hazañas arriesgadas. Pues esta vez había llegado muy lejos con sus expectativas. Es más, arriesgó su integridad por ir tras el amor.

Pasaron las horas y a las 21:35 llegó… pero llegó acompañada, se vino feliz de la vida hablando con un lolo, según ella un encanto. Cuando le pregunté cómo le había ido, me respondió que mal, pero ya se le iba a pasar más tarde. La Jani llegó con tanta pila que nos fuimos a carretear. Ahí quedó la Jani con su ciberamor a distancia y su siempre apasionada apuesta. Y claro no todo lo que brilla es oro.