Funeraria “Zavala”: La primera empresa fúnebre de Vallenar

06 Octubre 2020

Alberto Zavala Rivera junto a su pariente Julio Echeverría, echó a andar la primera empresa funeraria de Vallenar el 19 de abril de 1947.

Sergio Zarricue... >
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Si hay un lugar al cual todos vamos a llegar, tarde o temprano, es el cementerio, porque lo único claro y seguro que tenemos los seres humanos es que algún día vamos a morir. Esta máxima la entendió don Alberto Zavala Rivera quien, junto a su pariente Julio Echeverría, echó a andar la primera empresa funeraria de Vallenar el 19 de abril de 1947.

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La historia familiar la relata el hijo Alberto Oscar Zavala Cortés, 74 años, quien comienza apuntando que su abuelo era descendiente directo del famoso cura Bruno Zavala, dueño de la mitad de los terrenos del sector poniente de Vallenar, además de poseer minas de plata en Canto del Agua.

Aun cuando estudió en la Escuela de Minas de Copiapó, la pasión de don Alberto-padre era la carpintería y esta inclinación lo llevó a iniciarse en este negocio. “En ese tiempo, la gente les mandaba a hacer las urnas y las entregaban al día siguiente”, acota su hijo Alberto Oscar, para luego agregar -a modo de anécdota- que fueron su padre y su tío Julio Echeverría quienes le fabricaron la urna a Epifanio Herrera Campillay, más conocido como “El gigante de Pinte”, quien medía 2 metros y 46 centímetros.

La empresa familiar comenzó en forma muy modesta y precaria su servicio fúnebre: “Primero partieron con un carrito de mano, tirado por un colaborador de mi padre;  después cambiaron a una carroza tirada por un caballo negro, con pompones, muy elegante, allá por 1952, que era manejada por mi hermano mayor y, posteriormente, con un vehículo motorizado que mi padre compró en 1963”, agrega el actual dueño de Funeraria “Zavala”, acotando que en cierta etapa también se incorporaron los tres hermanos al trabajo familiar: Julio, Alberto Segundo y Alberto Oscar, o sea, nuestro entrevistado. “El único que va quedando vivo soy yo”, añade.

Uno de los hechos importantes que marcó a esta empresa fue el servicio funerario de cambio de urna que brindaron a Sor María Crescencia Pérez, beata argentina que pronto será canonizada por la Iglesia Católica. “Nos vinieron a buscar las madres del Huerto, quienes traían los restos de la madre en una urna chiquita de asbesto y cuando la destapamos, nos llevamos la sorpresa que su carita estaba en estado natural, casi intacta, a pesar que llevaba 35 años sepultada en el Cementerio de Vallenar. Un milagro de Dios. Nosotros tuvimos ese privilegio para luego llevarla al Mausoleo de la orden en Quillota. Diecisiete años después fue trasladada a la ciudad de Pergamino, en Buenos Aires”.

Otro suceso doloroso que recuerda Alberto Oscar Zavala es la caída del puente Huasco, en mayo de 1967: “Esa vez murieron siete trabajadores, nosotros tuvimos la misión de sepultarlos y fuimos a dejar un cuerpo cerca de Valdivia, otro en Ovalle, otro a La Chimba y dos en Vallenar. En esos años, nosotros fabricábamos las urnas entre todos los hermanos, teníamos un taller acá mismo. Hoy día fabrico solamente las urnas chiquitas, porque ya estoy solo en esto”.

Durante la entrevista le hacemos notar que el marketing también llegó a los servicios fúnebres. Antes, todo era negro, los cajones y las carrozas: “Hoy existen carrozas blancas, grises… solo faltan que sean multicolores. En cuanto a los cajones, antes todos eran de paño, hoy son de barniz. Los primeros que fabricó mi padre los pintaba con algarrobilla y las manillas eran de palos de escoba”.

Conocida es la costumbre de las empresas funerarias por contratar a los llamados “buitres”, personas que permanecen atentas en los hospitales a los pacientes que fallecen para acudir prestamente donde los deudos a ofrecerles los servicios funerarios. “Nosotros nunca acudimos a ellos, mi padre nos enseñó a trabajar en forma honesta y honrada, con distancia y categoría; la gente quería a mi padre porque era una persona recta y honesta, aunque fue harto putamadre mi viejo”, dice sonriendo con cariño y emoción respecto de su progenitor fallecido el año 1989, a quien le sobrevivió su esposa Blanca Cortés, fallecida hace solo tres años.

Finalmente, recalca que “ya tengo visto con mis hijos que, cuando yo muera, ellos sigan con la empresa, porque somos una tradición en el valle del Huasco”.

Producción: Mauricio Véliz Huanchicay