Opinión: Políticos y ciudadanía

Opinión: Políticos y ciudadanía

19 Diciembre 2014

Lo que finalmente quiere el ciudadano, es que el Estado represente los verdaderos intereses de las comunidades como lo manda la constitución y no los intereses de las transnacionales, ni los de cualquier minoría a los que puedan estar vinculados.

Andrés Gillmore >
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La gran meta ciudadana de lo que se ha estado gestando en los últimos años en términos reales, es la posibilidad de crear una base de sustentación que nos permita reformar la labor del Estado y con ello rediseñar las instituciones que son de todos, para que velen decididamente por los derechos humanos, el cuidado del medio ambiente y se gobierne con pautas certeras y definitivas por el beneficio de todos y no solo de algunos como ha venido sucediendo en las ultimas décadas.

Lo que finalmente quiere el ciudadano, es que el Estado tenga como objetivo fundamental la sustentación social de las estrategias de desarrollo, representando los verdaderos intereses de las comunidades como lo manda la constitución y no los intereses de las transnacionales, ni los de cualquier minoría a los que puedan estar vinculados o comprometidos las instituciones, los políticos o el mismo Estado.

La necesidad de reformar el actuar del Estado y rediseñarlo en términos políticos, se ha transformado en una necesidad de sobrevivencia a nivel PAÍS; no hay duda que la visión de desarrollo no puede seguir sosteniéndose solo en términos administrativos. El fundamento político debe ser la base de sustentación del diseño estructural de un Estado que se considere representante de su población. La visión administrativa por el cual se ha regido el Estado en las últimas décadas, ha confundido y desarraigado las estrategias que se han implantado como soluciones, sin entenderse que la administración es solo una herramienta para lograr los objetivos políticos, por lo tanto no puede ser visto como objetivo final por parte de las políticas estratégicas del Estado.

A un año de la llegada del gobierno de la Nueva Mayoría, aún no se ha entendido a cabalidad la necesidad de ese cambio tan necesario en el rol del Estado. El país que hasta poco apoyaba ciegamente al actual gobierno, dando la idea que no iba a ser tan complicado propiciar los fundamentos del cambio, demostró que la realidad practica es muy diferente, al no tener en su misma coalición la claridad de cuales son los fundamentos del cambio que necesitamos y como siempre sucede en estos escenarios, la ley de Murphy -que ocurrirá todo lo que tiene que ocurrir-, ha hecho valer sus razones para la reformulación que necesitamos en materias de Estado; el cambio estructural que buscamos pasa necesariamente por cambiar el mismo fundamento que creo las bases del modelo que utiliza la Nueva Mayoría para implantar “su proceso de cambio”  y como dice el refrán, “no se puede estar bien con dios y con el diablo”.

Hasta el gobierno de Sebastián Piñera, los gobiernos llegaban a la Moneda con un programa de campaña que sabían perfectamente no era posible cumplir a cabalidad y los programas se diseñaban con ese espíritu; se accedía con mayoría y se gobernaba con minoría en el congreso, haciendo que los programas de gobierno fueran simplemente tratados de buenas intenciones, que todos sabían que nunca se podían cumplir. Esta vez el escenario cambio por completo y la Nueva Mayoría asumió con un congreso favorable y eso traslapo totalmente la realidad; implicando enormes responsabilidades, presiones y onerosos desafíos, que los gobernantes no estaban acostumbrados a sobrellevar y ya no era posible lavarse las manos como era lo acostumbrado ante los objetivos declarados en campaña y las dudas renacieron.

La conexión entre democracia y representación, se basa fundamentalmente en que los gobiernos deben ser ante todo representativos, pero esa realidad cambio drásticamente ante el voto voluntario. Lo que hoy obtenemos son “supuestas mayorías”, no va en concordancia en términos reales con los porcentajes de los que deberían votar, posicionando un importante número de no votantes que en la actualidad no tienen interés y son independientes ideológicamente y no se sienten identificados con las propuestas, sobre todo por quienes las presentan. Muchos no votaron precisamente para no avalar con el voto un modelo del cual no se sienten participes y están tan decepcionados, ante la triste y perversa realidad, que en la actualidad los intereses de los políticos y sus alianzas con los grupos de poder para financiar su carreras políticas, representan poco y nada los intereses y los objetivos de la ciudadanía.

Esta realidad ha propiciado una brecha entre política, estado y ciudadanía. La amenaza que aterroriza a todos los políticos de no ser reelecto fundamenta la problemática con que se desenvuelve la política y sus incongruencias. Lo que debería ser un aliciente para trabajar mejor y lograr los objetivos ante las representaciones no es suficiente, a sabiendas que de una u otra manera la situación es reversible ante la falta de una oferta ideológica real y la segmentación cada día mayor del proceso para elegirlos, ante el acomodo para lograr esos objetivos. Basta tomarse el tiempo para analizar la propuesta que están por aprobar en el congreso para cambiar el binominal a un formato de listas, para entender que lo único que quieren en realidad es seguir perpetuándose, erradicando totalmente la posibilidad que los independientes puedan entrar al ruedo, potencializando los partidos políticos que hoy no tienen ninguna representación real en términos de porcentajes.

No tengo duda que los cambios que necesitamos para seguir avanzando en términos reales y prácticos pasa por rediseñar el Estado y para eso se debe necesariamente crear las bases de sustentación para lograr una nueva constitución y que definitivamente podamos manejar sustentablemente las regiones, otorgándoles autonomía y poder de decisión, con una regionalización efectiva, creando una matriz energética seria, responsable y solidaria, implementando nuestras ventajas comparativas ante las energías renovables. Invirtiendo lo que sea necesario en investigación científica y darle valor agregado a nuestros recursos naturales y dejemos de sustentarnos en estudios financiados por las transnacionales, que solo nos lleva al ostracismo y la falta total de una perspectiva de sustentabilidad; que nacionalizaremos definitivamente los recursos naturales y mejoremos de verdad la educación; salud; la previsión, transporte urbano y rural y tantas otras necesidades básicas.

Objetivos difíciles de lograr, si no tenemos la intención seria, que el trabajo de nuestros políticos y representantes, este orientado por el bien del país y no de ellos mismos o de sus intereses corporativos como ha quedado translucido en el último tiempo. Esa irracionalidad que sustenta en la actualidad el formato del Estado, es la gran duda que se hace cada día más imperecedera, para que de verdad podamos salir del atolladero y podamos ver el futuro con esperanza.