El Fogonero

El Fogonero

13 Marzo 2011

Basta con asegurar que las emisiones de una futura central termoeléctrica no superarán los estándares correspondientes, gracias a las medidas de mitigación propuestas, para zanjar el tema y concluir que el proyecto es amigable con el medio ambiente.

Rodrigo Lopez >
authenticated user Corresponsal

Por Rodrigo López Pulgar, coordinador Comisión Medio Ambiente del PRO

 

Uno tras otro, a paso ágil y decidido, los proyectos energéticos —que buscan abastecer a nuestro país de la energía “necesaria”— son aprobados unánimemente tras cumplir con las exigencias ambientales en el marco del Sistema de Evaluación Ambiental. El popular biministro Laurence Golborne así lo ha planteado: “si un proyecto cumple con los requisitos del proceso de evaluación de impacto ambiental, debiese ser aprobado”. Más claro, echarle agua.

De esta manera, basta con asegurar que las emisiones de una futura central termoeléctrica no superarán los estándares correspondientes, gracias a las medidas de mitigación propuestas, para zanjar el tema y concluir que el proyecto es amigable con el medio ambiente.

Listo. El siguiente, por favor…

La verdad es que cuesta mucho encajar esta situación en el paradigma de “desarrollo sustentable” que, como país, nos hemos planteado seguir. Una central termoeléctrica que ayude a abastecer de la energía necesaria para el sector productivo, de manera que podamos tender al 6% de crecimiento económico sin dañar el medio ambiente sería, según el gobierno, un proyecto sustentable por donde se le mire. Pero algo falta. No se encuentra por ningún lado la participación ciudadana —no confundir con “consulta” ciudadana—, sin representatividad en los comités evaluadores y sin carácter vinculante. Tampoco hay debate público donde se informe y discuta abiertamente sobre estos temas. De hecho, no sería malo sacrificar un par de horitas de farándula o reality para transmitir un programa de debates a través nuestros “educativos” canales de televisión.

Nuestro concepto de sustentabilidad, reflejado en la estrategia del crecimiento económico sostenido —no confundir con “sostenible”— en armonía con nuestro medio ambiente, parece dejar fuera la variable social de la ecuación de desarrollo. Como si el “chorreo” generado a partir del crecimiento económico solucionara los problemas sociales que presenta nuestro país, uno de los más desiguales del mundo. Y si este “chorreo” cumple con todos los estándares ambientales, entonces estaríamos frente a un “chorreo verde”.

Es tiempo de plantearnos cuál es esta necesidad imperiosa por crecer económicamente que, en palabras del biministro, nos hace requerir “una duplicación de nuestra matriz energética cada 10 ó 20 años”. Parten de la base que necesitamos la energía para crecer más, a punta de cobre y combustibles fósiles, pero sin siquiera habernos puesto de acuerdo hacia dónde vamos como país. Como el fogonero de una locomotora desbocada, nos esmeramos en seguir alimentando con carbón el fuego que nos permite seguir avanzando para llegar a alguna parte, pero sin saber realmente a dónde ni cuándo.

El Fogonero 

Basta con asegurar que las emisiones de una futura central termoeléctrica no superarán los estándares correspondientes, gracias a las medidas de mitigación propuestas, para zanjar el tema y concluir que el proyecto es amigable con el medio ambiente.

 

Por Rodrigo López Pulgar, coordinador Comisión Medio Ambiente del PRO

 

Uno tras otro, a paso ágil y decidido, los proyectos energéticos —que buscan abastecer a nuestro país de la energía “necesaria”— son aprobados unánimemente tras cumplir con las exigencias ambientales en el marco del Sistema de Evaluación Ambiental. El popular biministro Laurence Golborne así lo ha planteado: “si un proyecto cumple con los requisitos del proceso de evaluación de impacto ambiental, debiese ser aprobado”. Más claro, echarle agua.

 

De esta manera, basta con asegurar que las emisiones de una futura central termoeléctrica no superarán los estándares correspondientes, gracias a las medidas de mitigación propuestas, para zanjar el tema y concluir que el proyecto es amigable con el medio ambiente.

 

Listo. El siguiente, por favor…

 

La verdad es que cuesta mucho encajar esta situación en el paradigma de “desarrollo sustentable” que, como país, nos hemos planteado seguir. Una central termoeléctrica que ayude a abastecer de la energía necesaria para el sector productivo, de manera que podamos tender al 6% de crecimiento económico sin dañar el medio ambiente sería, según el gobierno, un proyecto sustentable por donde se le mire. Pero algo falta. No se encuentra por ningún lado la participación ciudadana —no confundir con “consulta” ciudadana—, sin representatividad en los comités evaluadores y sin carácter vinculante. Tampoco hay debate público donde se informe y discuta abiertamente sobre estos temas. De hecho, no sería malo sacrificar un par de horitas de farándula o reality para transmitir un programa de debates a través nuestros “educativos” canales de televisión.

 

Nuestro concepto de sustentabilidad, reflejado en la estrategia del crecimiento económico sostenido —no confundir con “sostenible”— en armonía con nuestro medio ambiente, parece dejar fuera la variable social de la ecuación de desarrollo. Como si el “chorreo” generado a partir del crecimiento económico solucionara los problemas sociales que presenta nuestro país, uno de los más desiguales del mundo. Y si este “chorreo” cumple con todos los estándares ambientales, entonces estaríamos frente a un “chorreo verde”.


Es tiempo de plantearnos cuál es esta necesidad imperiosa por crecer económicamente que, en palabras del biministro, nos hace requerir “una duplicación de nuestra matriz energética cada 10 ó 20 años”. Parten de la base que necesitamos la energía para crecer más, a punta de cobre y combustibles fósiles, pero sin siquiera habernos puesto de acuerdo hacia dónde vamos como país. Como el fogonero de una locomotora desbocada, nos esmeramos en seguir alimentando con carbón el fuego que nos permite seguir avanzando para llegar a alguna parte, pero sin saber realmente a dónde ni cuándo.


Foto: http://www.flickr.com/photos/machimon2006/2881619791/sizes/m/in/photostream/

El Fogonero

Basta con asegurar que las emisiones de una futura central termoeléctrica no superarán los estándares correspondientes, gracias a las medidas de mitigación propuestas, para zanjar el tema y concluir que el proyecto es amigable con el medio ambiente.


Por Rodrigo López Pulgar, coordinador Comisión Medio Ambiente del PRO


Uno tras otro, a paso ágil y decidido, los proyectos energéticos —que buscan abastecer a nuestro país de la energía “necesaria”— son aprobados unánimemente tras cumplir con las exigencias ambientales en el marco del Sistema de Evaluación Ambiental. El popular biministro Laurence Golborne así lo ha planteado: “si un proyecto cumple con los requisitos del proceso de evaluación de impacto ambiental, debiese ser aprobado”. Más claro, echarle agua.


De esta manera, basta con asegurar que las emisiones de una futura central termoeléctrica no superarán los estándares correspondientes, gracias a las medidas de mitigación propuestas, para zanjar el tema y concluir que el proyecto es amigable con el medio ambiente.


Listo. El siguiente, por favor…


La verdad es que cuesta mucho encajar esta situación en el paradigma de “desarrollo sustentable” que, como país, nos hemos planteado seguir. Una central termoeléctrica que ayude a abastecer de la energía necesaria para el sector productivo, de manera que podamos tender al 6% de crecimiento económico sin dañar el medio ambiente sería, según el gobierno, un proyecto sustentable por donde se le mire. Pero algo falta. No se encuentra por ningún lado la participación ciudadana —no confundir con “consulta” ciudadana—, sin representatividad en los comités evaluadores y sin carácter vinculante. Tampoco hay debate público donde se informe y discuta abiertamente sobre estos temas. De hecho, no sería malo sacrificar un par de horitas de farándula o reality para transmitir un programa de debates a través nuestros “educativos” canales de televisión.


Nuestro concepto de sustentabilidad, reflejado en la estrategia del crecimiento económico sostenido —no confundir con “sostenible”— en armonía con nuestro medio ambiente, parece dejar fuera la variable social de la ecuación de desarrollo. Como si el “chorreo” generado a partir del crecimiento económico solucionara los problemas sociales que presenta nuestro país, uno de los más desiguales del mundo. Y si este “chorreo” cumple con todos los estándares ambientales, entonces estaríamos frente a un “chorreo verde”.


Es tiempo de plantearnos cuál es esta necesidad imperiosa por crecer económicamente que, en palabras del biministro, nos hace requerir “una duplicación de nuestra matriz energética cada 10 ó 20 años”. Parten de la base que necesitamos la energía para crecer más, a punta de cobre y combustibles fósiles, pero sin siquiera habernos puesto de acuerdo hacia dónde vamos como país. Como el fogonero de una locomotora desbocada, nos esmeramos en seguir alimentando con carbón el fuego que nos permite seguir avanzando para llegar a alguna parte, pero sin saber realmente a dónde ni cuándo.


Foto: http://www.flickr.com/photos/machimon2006/2881619791/sizes/m/in/photostream/

El Fogonero

Basta con asegurar que las emisiones de una futura central termoeléctrica no superarán los estándares correspondientes, gracias a las medidas de mitigación propuestas, para zanjar el tema y concluir que el proyecto es amigable con el medio ambiente.


Por Rodrigo López Pulgar, coordinador Comisión Medio Ambiente del PRO


Uno tras otro, a paso ágil y decidido, los proyectos energéticos —que buscan abastecer a nuestro país de la energía “necesaria”— son aprobados unánimemente tras cumplir con las exigencias ambientales en el marco del Sistema de Evaluación Ambiental. El popular biministro Laurence Golborne así lo ha planteado: “si un proyecto cumple con los requisitos del proceso de evaluación de impacto ambiental, debiese ser aprobado”. Más claro, echarle agua.


De esta manera, basta con asegurar que las emisiones de una futura central termoeléctrica no superarán los estándares correspondientes, gracias a las medidas de mitigación propuestas, para zanjar el tema y concluir que el proyecto es amigable con el medio ambiente.


Listo. El siguiente, por favor…


La verdad es que cuesta mucho encajar esta situación en el paradigma de “desarrollo sustentable” que, como país, nos hemos planteado seguir. Una central termoeléctrica que ayude a abastecer de la energía necesaria para el sector productivo, de manera que podamos tender al 6% de crecimiento económico sin dañar el medio ambiente sería, según el gobierno, un proyecto sustentable por donde se le mire. Pero algo falta. No se encuentra por ningún lado la participación ciudadana —no confundir con “consulta” ciudadana—, sin representatividad en los comités evaluadores y sin carácter vinculante. Tampoco hay debate público donde se informe y discuta abiertamente sobre estos temas. De hecho, no sería malo sacrificar un par de horitas de farándula o reality para transmitir un programa de debates a través nuestros “educativos” canales de televisión.


Nuestro concepto de sustentabilidad, reflejado en la estrategia del crecimiento económico sostenido —no confundir con “sostenible”— en armonía con nuestro medio ambiente, parece dejar fuera la variable social de la ecuación de desarrollo. Como si el “chorreo” generado a partir del crecimiento económico solucionara los problemas sociales que presenta nuestro país, uno de los más desiguales del mundo. Y si este “chorreo” cumple con todos los estándares ambientales, entonces estaríamos frente a un “chorreo verde”.


Es tiempo de plantearnos cuál es esta necesidad imperiosa por crecer económicamente que, en palabras del biministro, nos hace requerir “una duplicación de nuestra matriz energética cada 10 ó 20 años”. Parten de la base que necesitamos la energía para crecer más, a punta de cobre y combustibles fósiles, pero sin siquiera habernos puesto de acuerdo hacia dónde vamos como país. Como el fogonero de una locomotora desbocada, nos esmeramos en seguir alimentando con carbón el fuego que nos permite seguir avanzando para llegar a alguna parte, pero sin saber realmente a dónde ni cuándo.


Foto: http://www.flickr.com/photos/machimon2006/2881619791/sizes/m/in/photostream/