Alemania-Chile: La chaucha para el peso

Alemania-Chile: La chaucha para el peso

13 Marzo 2014

Físicamente los chilenos demostraron estar a la altura de los mejores (incluso en el juego aéreo). Además del juego conjunto, hay algunas individualidades que están a un nivel extraordinario y que pueden marcar diferencias definitivas. 

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La selección Chilena de fútbol jugó un gran partido en Stuttgart pese a perder por uno a cero. Los análisis y los datos relevantes para el desarrollo del juego así lo indican. Tuvo mayor posesión del balón que su rival, generó más ocasiones de gol, dominó prácticamente la totalidad de los desafíos individuales y colectivamente destrozó la estrategia de juego de su oponente. Si a eso le sumamos la calidad del contrincante, las ausencias importantes y que se jugaba de visita, entonces todo indica que el partido fue realmente bueno para el equipo dirigido por Sampaoli.

Y en ese sentido, hay varias cosas que merecen mención. Lo mejor de la Selección fue la presión inagotablemente en todos los sectores de la cancha. Esto se tradujo en una rápida recuperación de la pelota y generalmente en el campo rival lo que permitió jugadas ofensivas en igualdad o superioridad numérica frente a una defensa desacomodada. Las transiciones ofensivas y defensivas fueron precisas y se apreció un equipo compacto y solidario. Siempre hubo disponibilidad para relevar, descargar y apoyar a los compañeros. Físicamente los chilenos demostraron estar a la altura de los mejores (incluso en el juego aéreo). Además del juego conjunto, hay algunas individualidades que están a un nivel extraordinario y que pueden marcar diferencias definitivas.

Pero este no puede agotar el análisis porque, si esta fuera una instancia decisiva del mundial, Chile ya habría sido eliminado de la competencia. Parece que siempre nos falta algo y nuestros esfuerzos son derrumbados por la mala suerte (“jugamos como nunca, perdimos como siempre”). Sin embargo un estudio más profundo delata que hay explicaciones más coherentes para el resultado.

El primer error chileno, que se tradujo en la primer llegada rival, se produjo a los doce minutos de juego. No fue coincidencia que a los quince viniera el gol alemán. Durante cinco minutos Chile fue superado, aunque el resto del partido dominó ampliamente. Mucho se repite sobre la importancia de los primeros quince minutos en el desarrollo del juego y el resultado final pero hay que incorporarlo al trabajo. La más mínima desconcentración puede resultar definitiva y merece atención especial.

En ataque, Alexis Sánchez a diferencia de lo que hace en el Barcelona, centralizó la oferta de juego y por su velocidad obligó constantemente al lateral izquierdo alemán a cerrarse al centro de la zaga (primero Jensen después Schmelzer). Este movimiento incomodaba enormemente a los locales pues no venía acompañado del regreso sincronizado de alguno de los volantes por izquierda con lo que todo el sector quedaba descubierto. Isla apareció desmarcado muchas veces y en la mayor parte de ellas no fue habilitado. Chile debió haber aprovechado ese desajuste de mejor forma, inclinando el juego sobre las bandas laterales y clarificando la definición en el centro.

En defensa, las tareas de Silva y Gutiérrez fueron aplicadas pero no necesariamente fluidas. Ese retardo para sumarse a la última línea (absolutamente comprensible pues no es la posición en la que juegan regularmente) generaba espacios en el centro de la zaga que fue el único lugar por donde aparecieron los atacantes germanos. Ahí se generó el gol de Götze.

Particular énfasis hay que hacer en la resolución de los saques de costado (principalmente por el sector izquierdo) donde se perdieron muchas pelotas por falta de planificación o movilidad colectiva al ejecutarlos. No debe olvidarse que a este nivel la resolución de los detalles más mínimos resulta determinante.

No hay dudas: Chile ha tomado rumbo correcto. El vértigo y la presión constante nos encanta y define pero hay que entender que incluso ellas requieren de una cuota inteligente de pausa y mesura. La versatilidad es importante, la movilidad y el estado de forma también pero los diferentes y talentosos deberían tener un cupo entre los mejores veintitrés pues también a su manera definen partidos.

De un tiempo a esta parte se ha hecho costumbre escuchar a los integrantes de la Selección decir que van a ir a pelear el mundial de Brasil y a ganarlo. La afirmación gusta porque refleja optimismo y confianza que son determinantes a la hora de la competencia. Además porque se sustenta en un buen trabajo previo, un cuerpo técnico bien capacitado y un grupo de jugadores excepcionales para nuestra realidad. Siempre tuvimos buenos jugadores pero nunca tantos al mismo tiempo. Tampoco tan bien preparados y compitiendo todo el año en el más alto nivel. Entonces la posibilidad realmente existe aunque se reduce si miramos objetivamente el nivel de los otros competidores. Algunos ya sueñan y se ilusionan, pero hay que corregir y trabajar mucho todavía. No demos lugar al conformismo. Aprovechemos que aún hay tiempo.

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