El brillo de la Candela; una muestra de identidad local

02 Febrero 2021

La fusión de los ritos religiosos  con aspectos culturales típicos de nuestra zona minera casi por excelencia más los rasgos culturales de nuestros pueblos originarios hacen de  la fiesta de la Candelaria una muestra extraordinaria de nuestra identidad local. 

Yennifer Vallej... >
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¿Hola, pasa por la capilla? Era una de las preguntas más frecuentes a cualquier transportista de pasajeros en la ciudad de Copiapó, en los días finales de enero de cada año, cualquier locomoción oficial o no oficial servía para llegar a este lugar típico de la capital regional atacameña, de una u otra forma la fiesta grande de la Candelaria modificaba o alteraba el diario vivir de la ciudad en aquellos días, porque esta fiesta religiosa dejó de ser una tradición netamente de fe, para transformarse en una fiesta donde confluyen la religiosidad, el paganismo y la popularidad del norte chico de nuestro país. Esta mezcla de elementos socio culturales hacen que esta festividad sea un acontecimiento atractivo para creyentes y no creyentes. La fusión de los ritos religiosos con aspectos culturales típicos de nuestra zona minera casi por excelencia más los rasgos culturales de nuestros pueblos originarios hacen de la fiesta de la Candelaria una muestra extraordinaria de nuestra identidad local.

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Si miramos desde una vereda histórica nos debemos situar en el año 1778, cuando el arriero Mariano Caro Inca encontró en las cercanías del salar de Maricunga una imagen pequeña de la virgen y el niño Jesús en brazos, tallada en piedra, esta imagen fue traída por Caro Inca a Copiapó, específicamente en el Pueblo de San Fernando, lugar donde vivía. El día en que el arriero llegó a Copiapó con la imagen fue un 02 de febrero, fecha en que la iglesia Católica celebra la fiesta de la Candelaria, día en que Jesús es presentado en el templo de Jerusalén y en el que la Virgen comienza su purificación después del parto. Durante la fiesta de las candelas, la tradición católica indica que se deben encender velas para simbolizar la luz de Cristo. De ahí proviene la denominación de Candelaria para esta imagen de la virgen encontrada en la cordillera atacameña. En el lugar donde vivía Caro Inca se levantó un pequeño altar donde veneró a la imagen hasta su muerte, esta tradición fue mantenida por su esposa y vecinos del sector, que año a año se reunían en el pequeño oratorio a rezar la novena a la pequeña imagen de la virgen.

En el año 1910 se dio comienzo a la construcción de una capilla, en los terrenos contiguos a los del primer oratorio, don Bruno Pizarro Espoz, donó el terreno para que allí se levantara el santuario de la Candelaria, lugar que ocupa actualmente. El terremoto de 1922 derrumbó esta capilla, la nueva construcción estuvo a cargo del padre Crisónogo Sierra, más conocido como “el padre negro”.

Ahora si analizamos desde la vereda de la religiosidad, la fe y la identidad local, podemos decir que esta celebración tiene una fuerte conexión con el mundo minero, siendo esta imagen religiosa, proclamada como la patrona de los mineros, es por esto que nos es casual que una de las eucaristías más multitudinarias durante esta celebración es la misa de los mineros. No deja de conmover también que durante la procesión de la virgen, esta sea cargada en los hombros, en su mayoría, por personas de la tercera edad, ligados al mundo minero, que ven en este acto de sacrificio de sostener el gran peso de la imagen, con el sol penetrando sus pieles curtidas, durante varias horas, una forma de agradecer a su chinita la protección en la faena minera que aún realizan.

Por otra parte podemos dimensionar que el nombre de La Candelaria está impregnado en nuestro entorno regional, teniendo su nombre impreso en mineras, edificios, villas, aguas purificadas, locales de comercio, centros médicos, entre otros.

Si nos apegamos a la manifestación y expresión folklórica que se desborda durante esta fiesta, donde cientos de peregrinos de diversos puntos de la región y de otras acuden a bailar a la chinita, en un desfile interminable de bailes religiosos o más conocidos como bailes chinos. Tinkus, diabladas, morenadas, gitanos, españoles, mexicanos, indios pieles rojas, marinos, bailes chinos tradicionales, hacen despliegue de una magnífica muestra de danzas, colores y rasgos culturales de los pueblos originarios, todo al compás de músicos que interpretan las más variadas melodías. El esfuerzo de los peregrinos es máximo, danzan y tocan su melodías bajo el sol abrasador del verano copiapino, saltan, se arrodillan, giran, se contornean mostrando sus trajes típicos, llenos de brillos, bordados, tejidos, pieles, coronas, máscaras, disfraces, todo lo que sirva para rendir a su forma un tributo a la virgen. Creyente o no creyente, es imposible abstraerse de tan magnífica muestra de folklore puro.

A metros de la fiesta religiosa se instala una feria comercial, que se contrapone a la religiosidad de la fiesta en sí, centenares de puestos comerciales ofrecen la más diversa variedad de productos, los cuales se mezclan con los olores y sabores de la gastronomía más popular de la zona. De día y de noche la afluencia de clientes/peregrinos es constante, que van y vienen desde la feria a la capilla, como si esta rutina fuese parte del recorrido obligado de esta festividad.

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Este año para los creyentes, la celebración será online debido a la contingencia sanitaria, para los no creyentes habrá que esperar para que próximamente vuelvan a brillar la luz de la Candela, que ilumina de danza y colores las calles copiapinas, esparciendo entre los asistentes una mágica estela de identidad local, folklore y cultura nortina. Mientras tanto solo queda recordar.

Yennifer Vallejos Meriño

Profesora General Básica

Miembro del grupo de Estudios de Atacama.