Protegiéndome de los prejuicios del titular que he ideado, quiero aclarar al lector de este texto, que me considero una persona crítica de la concertación y respetuosamente interesado en la labor del nuevo gobierno. Dicho eso, quiero decir que la situación de la intendenta de la 8va región me provoca una cierta indigestión que, contradictoriamente, abre mi aptito para expresar algunos pensamientos.
I. Canatran
Canitrot, usted se deben acordar, era aquel memorable personaje representado por Fernando Alarcón en “La Oficina”, que caracterizaba su diaria entrada al trabajo con una “leve mentirilla”, producto de algún buen carrete que se había pegado y que explicaba su continuo atraso o no cumplimiento de la pega.

A Canitrot, el Sr. Zañartu jamás lo despidió. En la vida real, usted puede ser un extraordinario ejecutivo, quizás el mejor de la empresa, pero bien saben los gerentes que una persona que falta a la verdad sistemáticamente como el gran Canitrot no puede seguir trabajando en ninguna empresa.
II. Un balance subjetivo… por cierto.
Unos dirán que Jacqueline lo ha hecho extraordinario, razón por la cual debe seguir en su rol. Otros dirán lo contrario, y que la falta sólo agrava su mal desempeño. Y por ende, que su partida debe ser inmediata.
III. Rasgando vestiduras
La consistencia valórica es un pilar que para todos es siempre difícil de sostener. No hay dudas. Uno de los activos centrales de UDI es su compromiso con valores cristianos, que a veces se agudizan en sus dirigentes y personeros con vírgenes en lugares de trabajo o pensamientos que podemos denominar respetuosamente como conservadores, en materia sexual y familiar (a modo de ejemplo). Pero, ¿no es una contradicción rasgar vestiduras mientras se avala una mentira explícita de la primera voz de la región del Bío-Bío? , ¿Qué mensaje valórico se está dando al país?, ¿No agravará más la falta señalar que sólo fue una frase desafortunada?.
IV. Es que es un problema valórico
Uno podrá creer firmemente en la gestión y la eficiencia. Al menos yo, soy fanático. Uno podrá apreciar y valorar la capacidad política de los dirigentes. Pero sostengo que un líder es un ejemplo para la comunidad. Un intendente debe ser un ejemplo para la comunidad de servicio, trabajo, honestidad e integridad. Dejar a Jacqueline en su rol de Intendenta es un mensaje equivocado para el país pues revela que, al final del día, los entuertos y presiones políticas internas son más fuertes que el bien mayor. Entendiendo éste no sólo como el hacer muchas cosas, sino también guiar el alma de un país.
Humildemente, siento que esta decisión atenta precisamente con los valores y el alma de un país que debe ser implacable al exigir buena gestión pero, por sobre todo, al demandar la integridad y la verdad.