¡Qué sincera amistad, que entrañable compañía!/ la de aquellos deshojados días/ sin límites ni tiempo/ besábanse las piedras a nuestro paso/ rehuían los pájaros al silencio/ la tierra nos mecía en su regazo. Por Jorge Adagio.
¡Qué sincera amistad, que entrañable compañía!/ la de aquellos deshojados días/ sin límites ni tiempo/ besábanse las piedras a nuestro paso/ rehuían los pájaros al silencio/ la tierra nos mecía en su regazo. <b>Por Jorge Adagio.</b>
Al pasado le ruego me devuelva el amor
de aquellas tardes en que el río caía
de los Andes –de las Ánimas al Cajón–,
cuando las nueces crujían
y los leños ardían…
Ardían de nuestro amor.
¡Qué sincera amistad, que entrañable compañía!
La de aquellos deshojados días
sin límites ni tiempo;
besábanse las piedras a nuestro paso,
rehuían los pájaros al silencio,
la tierra nos mecía en su regazo.
El temple de un alma en otoño clama presencias:
la de él que la amaba a ella,
la de ella que lo amaba a él,
la de ellos que libres jugaban
bajo noches de pupilas y luciérnagas.
Tal es nuestro amor;
tal es nuestra ausencia.
FOTO: gentileza de Pamela Navarrete.