Terremotos y Tsunamis: ¿Estamos aprendiendo bien la lección en Chile?

Terremotos y Tsunamis: ¿Estamos aprendiendo bien la lección en Chile?

15 Marzo 2011

Chile, país situado en el "Cinturón de Fuego del Pacífico", debe dejar definitivamente atrás toda liviandad e improvisación, toda actitud puramente reactiva frente a los fenómenos sísmicos como el reciente Terremoto en Japón.

Giuliano López >
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El sismo y tsunami que acaba de azotar al Japón ha sido para Chile –un país de sismicidad extrema- un potente recordatorio de la colosal energía y capacidad destructiva que pueden alcanzar tales fenómenos, como también que Chile no sólo está expuesto al impacto de eventos cercanos, sino también al embate de eventos originados en el otro extremo del mundo, como es el caso de los tsunamis transoceánicos.

Para enfrentar la emergencia que representaba el tsunami de este 11 de marzo, el gobierno implementó un operativo de evacuación preventiva a lo largo de todo nuestro litoral, operativo que además de evitar los daños materiales y humanos que pudieran haberse producido por un evento de baja intensidad como resultó ser el tsunami que llegó a nuestras costas, debiera constituirse también en una importante experiencia de prueba de diversos elementos y sistemas propios de la protección civil.

Hay que enfatizar, sin embargo, que a este operativo hay que darle el valor que le corresponde, sin caer en exageraciones engañadoras. Evidentemente este operativo desplegado para enfrentar un tsunami que llegó a nuestras costas con una baja intensidad y cuyo arribo se conoció con 12 ó más horas de anticipación, no puede servir como punto de comparación de la preparación y avances que ha experimentado la capacidad de protección civil del país desde el  terremoto y tsunami del 27F –es decir, un sismo de 8,8 grados Richter-, porque obviamente se trata de escenarios completamente distintos.

El simple y crudo hecho de que muchos pobladores damnificados del 27F fueran ahora evacuados de casas de emergencia construidas en áreas netas de inundación, prueba de manera fehaciente que el país no está aprendiendo bien la lección implícita en estos grandes eventos sísmicos.

Han sido nuestros sismólogos - los escasísimos sismólogos con que cuenta el país- quienes en el último año nos han recordado con máxima claridad y elocuencia la naturaleza esencialmente sísmica y tsunámica de Chile, como también la urgencia que tenemos de que el Estado y la sociedad asuman integralmente esta condición del país.

Chile, país recorrido longitudinalmente por la sísmica interacción de las placas de Nazca y Sudamericana; país situado en el "Cinturón de Fuego del  Pacífico", abierto y conectado por el océano a ese cinturón -es decir, al anillo de mayor actividad sísmica y volcánica del mundo-; país donde se despliega más del 40% de la energía sísmica planetaria, debe definitivamente dejar atrás toda liviandad e improvisación, toda actitud puramente reactiva frente a los fenómenos  telúricos.

Nuestro bello país -nos decía el Dr. Armando Cisternas, en la conferencia que ofreció en Copiapó en junio del año pasado-  ha sido construido por los terremotos. Las cordilleras, los valles, la loca y singular geografía de Chile, han sido moldeadas por la colosal energía de estos grandes movimientos sísmicos. Los desastres –agregaba el Dr. en sismología- se deben a la acción u omisión de los seres humanos que construyen mal o que construyen donde no se debe construir.

Asumir la naturaleza sísmica y tsunámica de Chile supone cambios normativos, institucionales, organizativos y culturales; supone invertir en investigación, preparación y seguridad. Lo esencial, sin embargo, es el enfoque sistemático, integral, estratégico de lo que debe hacer el país –el  Estado y la  sociedad- para tener una preparación siempre ascendente frente a los futuros eventos sísmicos.