Maltrato infantil: ¿Hasta cuándo?

Maltrato infantil: ¿Hasta cuándo?

10 Mayo 2011

Las consecuencias generadas por un maltrato infantil pueden ser múltiples, incluso aquéllas que castiguen al niño psicológicamente pueden ser significativas al resentir notoriamente su desarrollo psicológico, social y psicomotor.

Omar González H... >
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El maltrato infantil es sin duda un problema ¡imparable! ...¡suma y sigue!,  da lo mismo que tal situación provenga de los padres de familia o de una nana en el hogar, como de una educadora, auxiliar de párvulos de un jardín,  guardería infantil o de un profesor en la escuela, como ha sucedido en un caso que días atrás se vio en televisión, en donde un inspector de un colegio viñamarino con el fin de solucionar un problema conductual no encontró otra mejor forma  que amarrar a un alumno de 9 años por estar hablando en la fila durante un acto del colegio, lo que pese a todas las medidas tendientes a evitar que estos casos se repitan, en nuestro país esta grave situación  sigue ocurriendo diariamente.

En tal sentido y haciendo un poco de historia es interesante recordar que tales hechos sucedían habitualmente allá por los años 50, tanto en los hogares como en las escuelas, es decir hace más de medio siglo, no obstante en ese tiempo nadie se alarmaba ni percibía siquiera la idea de que con ello se hacia un serio daño físico, psicológico y emocional en la vida de los niños o estudiantes,  he ahí entonces que en las escuela era perfectamente legal, inclusive se contaba con la plena aprobación de los propios padres el hecho de que los profesores tengan todo el derecho de castigar, si los hijos- alumnos se portaban mal. 

Es más muchas veces recuerdo haber escuchado en boca de padres decir al profesor…si se porta mal, ¡dele duro nomás profesor! Aún recuerdo las tantas veces que fui testigo de ello, inclusive también víctima de tan plausibles medidas correctivas, por ejemplo, cuando los alumnos llegaban atrasado al colegio se nos formaba en un pasillo de entrada, todos haciendo una hileras que se iba alargando a medidas que los compañeros iban llegando atrasados, para que  finalmente apareciera el inspector, quien con varilla en mano no decía: ¡ya…agacharse!  Y nosotros los alumnos quiérase o no debíamos poner el trasero para recibir un fuerte varillazo, o bien el castigo se recibía sobre las palma de las manos, ese era el singular ticket o autorización de ingreso a la sala.

Otra forma de maltrato se hacía ver cuando en los actos de los días lunes, instancia en que se celebraba algún hecho histórico, se hacía pasar adelante a tres grupos de alumnos: uno constituido por estudiantes que durante la semana habían observado reiterados atrasos, otro por su mal comportamiento y un tercero por sus bajas notas.   Mientras que en la sala de clases, algunos profesores guardaban  suspicazmente en sus estantes un hermoso sombrero hecho de cartón con una largas orejas para simular “un burro”, el cual empleaban cuando un niño o niña molestaba mucho, no llevaba las tareas o no ponía atención en clases  y entonces se  le obligaba a usarlo y  permanecer parado o parada en una de las esquina de la sala, adelante o detrás con la cara hacia la pared, todas “admirables medidas correctivas” que tenían mucha relación con aquel característico dicho que aseguraba que “la letra con sangre entra”.

Utilizando este mismo método  por desgracia no hace mucho pude constatar como las alumnas de un colegio durante su ingreso en las mañanas, las inspectoras tenían la obligación de deshacerles la vasta de su Jumper si este no tenía el largo estipulado, sobre la rodilla o al menos dos dedos más arriba.   Castigos físico y obviamente psicológico que se aplicaba con el propósito de lograr una buena conducta,  reforzando algunos valores como el respeto, la presentación personal, la puntualidad y especialmente la responsabilidad.

Para que decir de los métodos que se empleaban en el hogar, eran tan estrictos y tan descriteriados como los ya nombrados, más aun aumentados con una gran dosis de daño físico, con golpes de puño, puntapiés y uso del mentado “chicote” (ese gran psicólogo que tenía muchas patas de cuero y que en muchos hogares permanecía colgado detrás de la puerta), todas actitudes que lejos de ser formativas solo provocaban en los hijos mayor inseguridad, obviamente mucho temor, aumento de problemas de conducta y alteración de diversos estados emocionales, lo que hoy podríamos denominar como baja autoestima, síntomas depresivos, actitudes desadaptadas, dificultades en el aprendizaje, resentimiento y agresividad, violencia, rebeldía y  otros tantos sentimientos negativos y perjudiciales para su normal desarrollo.  Y aun así… ¡logramos sobrevivir dirán algunos!

Por cierto que todo aquello sucedía en una época en la cual aun no existía una clara percepción psicológica y social del comportamiento y por ende a nadie se le habría ocurrido “querellarse en contra de algún profesor, o en contra de sus propios padres”, todos adultos que recurrían a esto que hoy llamamos “maltrato infantil”.
  
Realidad que obviamente ha ido cambiando a través del tiempo con el progreso de las ciencias conductistas, entre ellas la psicología, la sociología y la Ética, disciplinas mediante las cuales fueron apareciendo entonces todas aquellas leyes de protección a la infancia,  que fueron respaldando la integridad física y desarrollo educativo de niños y jóvenes,  dando origen a normas y reglamentaciones en torno a los derechos del niño y del adolescente.  

Los tiempos han cambiado y hoy con esta nueva muestra de “descriterio de parte de un funcionario que trabaja en educación” sale a la luz una vez más la invalidante actitud de un adulto, lo que se ve agravado por el hecho de que esa persona que maltrata, en este caso física y psicológicamente a un menor, trabaja nada más y nada menos que en el ámbito educativo

Las consecuencias generadas por un maltrato infantil pueden ser múltiples, tanto como aquéllas que castiguen al niño psicológicamente a través de formas que pretendan ridiculizarlo delante sus propios compañeros, hechos con los cuales sin duda se podrá resentir notoriamente su desarrollo psicológico, social y psicomotor, interés por los estudios y actitudes de desadaptación y rechazo tanto al profesor como al grupo curso o a la misma escuela, presentando obviamente un claro retroceso en sus aprendizajes.   En consecuencia, debemos prestar la debida atención a casos como el ya denunciado.

Todas son, aunque no se quiera reconocer,  “elocuentes muestras de maltrato” y sobre lo cual debieran tomarse las medidas más convenientes en defensa de los intereses educativos de ese niño, o joven adolescente con problemas, procurando evitar posibles secuelas que puedan aparecer mediante comportamientos atípicos.

Y usted mi estimado lector… ¿Qué opina al respecto?

Foto: www.flickr.com/photos/larata