Los 33 de Atacama: Una historia que no debe volver a ocurrir

05 Agosto 2011

Chile debe aprender las lecciones a un año del accidente de los 33 mineros. Y debe aprender de un año difícil que vivieron los más de 200 trabajadores de San Esteban que recién obtuvieron una respuesta a sus justas demandas.

Isabel Allende Bussi >
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Hace un año, en la tarde de aquel frío 5 de agosto de 2010, recibimos una alerta que nos quitaría el aliento: un número indeterminado de mineros quedaban atrapados en la Mina San José, ubicada entre las arenas del desierto de Atacama, sin tener certeza de si se encontraban con vida o no.

Durante 17 días acompañamos a 33 familias en un doloroso calvario de no tener indicios sobre sus seres queridos, siendo testigos de los esfuerzos de cientos de rescatistas y técnicos, quienes conmovidos, intentaban llegar hasta las profundidades de la mina colapsada con la esperanza de encontrarlos.

Fuimos testigos de una coordinación forzada por las dimensiones de la tragedia, y vi como día a día el dolor de las familias se levantaba mediante la mantención de la esperanza por encima de la incertidumbre y la especulación. Hasta que recibimos la noticia de que se encontraban bien, en el refugio, los 33.

La extraña mezcla de emociones durante esos días de Agosto nos hizo preguntarnos por las razones que desembocaron en el accidente. Esa trágica oportunidad terminó por visibilizar un problema que se arrastra desde hace décadas en los yacimientos mineros de nuestro país: la poca seguridad en la que laboran los mineros y la falta de fiscalización que realiza el Estado para salvaguardar la integridad física y los derechos de nuestros trabajadores.

Los compromisos del Gobierno tras la tragedia no han tenido los alcances prometidos, dado que si bien es cierto se ha reducido la tasa de accidentabilidad gracias a un mayor número de fiscalizadores de Sernageomin, aún existe lentitud en optar por medidas que logren cambiar la forma en la que se desarrolla la actividad minera en Chile.

¿Es justo que los trabajadores sean víctimas de empresarios sin conciencia y a quienes sólo los mueve el lucro? ¿Es justo que el Estado permita el saqueo de nuestros minerales y deje sólo pasivos ambientales, sin entregar una fiscalización adecuada que garantice la salud y la seguridad de nuestros mineros?

Chile debe aprender las lecciones a un año del accidente de los 33 mineros. Y debe aprender de un año difícil que vivieron los más de 200 trabajadores de San Esteban que recién obtuvieron una respuesta a sus justas demandas.

No podemos recordar esta fecha sin hacer preguntas estructurales sobre cómo construimos nuestra sociedad, y es mi responsabilidad como parlamentaria de Atacama, entregar espacios a la comunidad para conocer, representar y defender las legítimas demandas que tienen las chilenas y chilenos que viven de la minería. Los héroes no son sólo 33 personas, sino toda una sociedad que vive atrapada bajo un sistema que no garantiza ni la salud ni la seguridad de los trabajadores. Ese es nuestro desafío y por ello debemos trabajar.