Historias sin confinamiento: Ser la reina del “perreo” tiene sus costos… y sus combos

06 Julio 2020

Siempre congeniamos con la Jani, yo no podría tener ni un veinte, pero brillo siempre. Y mi socia tenía lucas, pero no panorama; éramos tal para cual. 

Claudia Piñones >
authenticated user Corresponsal Corresponsal Ciudadano

Tenía dos lucas en el monedero y una “re buena” invitación a un cumpleaños. ¿Lo malo? Ese presupuesto solo me alcanzaba para ir, pero no para devolverme.

Pensaba arriesgarme, cuando de repente, mi siempre y por siempre salvadora Jani, me llama y con su voz de aburrimiento y desolación, me dijo, sin decirlo, que no tenía panorama.

Por eso siempre congeniamos con la Jani, yo no podría tener ni un veinte, pero brillo siempre. Y mi socia tenía lucas, pero no panorama; éramos tal para cual. Así que nos “acicalamos” y abrigamos por supuesto. Y nos lanzamos a la noche cumpleañera.

Yo no conocía bien a la festejada, pero no podía despreciar un evento así; con máscaras, música, comidita rica y copete gratis. O sea, en tiempos de universidad, donde todo el presupuesto se lo comían la infinidad de fotocopias, esta oportunidad no se despreciaba.

Entramos y estaba todo ordenadito y decorado. La música aún no lograba el nivel “¡punchi punchi!” que buscábamos, y la gente figuraba de pie conversando amenamente.

Ya llevábamos una hora ahí y no se sentía que prendía. Yo pensé en emigrar, pero la Jani tenía fe y frío y dijo que no se movería de ahí. Así que nos quedamos.

De repente llega la mamá de la cumpleañera con esa fatal propuesta de jaleítas de colores y sabores. Y todos comenzaron a probar y con la Jani probamos una de cada color… eran 6 colores. Entre piscolas empezamos a sentir el efecto jaleítas, y en un par de minutos estábamos bailando como pirinolas.

La Jani sacaba cada paso, en una se pegó hasta un “matrix”, yo ahí supe que era el inicio del fin. Sonaba de fondo “la gasolina” y mi socia se desarmaba bailando, no sé de dónde salió un tequila y todos bebían incluida mi ella. Podrían haberle ofrecido parafina y hubiese tomado.

En un rato me dijo que fuésemos al baño yo ahí le sugerí que parara de aceptar piscolas, porque estábamos lejos de la casa y ya la veía con sus ojos desviados. Me juró que era la última y yo ilusa le creí.

A los minutos bailaba con un chiquillo, seductoramente, yo dije bieeeen por mi socia con éste “pinchó”. Pero dos canciones después, bailaba con el mismo ímpetu seductor con otro chiquillo. Y pensé, éste sí y la verdad es que estaba harto mejor que el anterior.  En un rato se me perdió de vista y comenzó a sonar "ella me enloquece bailando", tema con el cual la Jani demuestra toda su calidad artística bailarina, cuando la comienzo a buscar ya estaba “on fire” a milímetros del suelo perreando. En esos tiempos a ese acto de 3 tiempos le llamaban “poncear”, pero siendo bien sincera nosotras no éramos de esa escuela.

En fin, en un abrir y cerrar de ojos mi socia estaba full “calugaso” con el tercer joven, como era la reina del fuego, yo creo que ya le había prometido terminar la noche juntos. Era un hermoso espectáculo, había romanticismo, casi amor a primera vista, se miraban tiernamente y con pasión. Yo estaba más que contenta, pensando que mi socia por fin le había achuntado, porque él, a pesar de que ella olía a copete mezclado con pucho y sus ojos iban de un lado a otro y su pelo indomable estaba en su máximo esplendor, vio en ella algo que lo cautivó.

Todo andaba bien, yo por mi parte igual hacía cambios de luces con un lolito, cuando de repente veo volar líquido y trozos amarillos. Un ponche de durazno se depositaba en la melena abultada de mi amiga. Ese lanzamiento espectacular lo hizo la "supuesta-amigui-con-cover” del jovencito. Él, claramente, desconoció el lazo, pero mi amiga apasionada no. Y no aguantó el mal rato y se lanzó sobre ella, volaron los canapés, los hielos, los vasos e incluso yo, porque no fui capaz de retener esa furia.

La gente comenzó a salir de la casa, la mamá de la cumpleañera nos despachó a todos y la torta quedó ahí sin ser partida. 

Yo me llevé a mi socia, y el joven brillaba por su ausencia. Fuimos el caos de la noche. Llegamos a la casa y traté de conversar con la Jani, pero no se pudo, su espíritu boxeador seguía activado. Nos acostamos y al despertar mi amiga no tenía ni cara, ni palabras para explicar el mal rato acontecido. Yo le serví un poco de bicarbonato y agua, un paracetamol y le dije “amiga tu sólo duerme”.

Desde ese momento pensé: una de las cosas que agradezco es que, con esto de la pandemia, es que si se te pasan las copas no hay caña moral, pues la vives en casa.