De Encuestas y Delincuencia

06 Agosto 2011

Entonces, el alarmante aumento en un 4,9% ya no sólo no decía relación con la totalidad de los delitos, sino que además incluía los “intentos”, es decir, los delitos no consumados, sin aclarar siquiera la causa de esa no consumación.

Giovanni Calder... >
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Recientemente la Cámara de Diputados celebró una sesión especial convocada para "Tomar conocimiento y debatir acerca de las diferentes cifras conocidas últimamente, que señalan preocupantes aumentos en la comisión de delitos, particularmente de alta connotación social". Las cifras a que aludía la citación, corresponden a la encuesta Adimark – Paz Ciudadana, que se realiza semestralmente y cuyos últimos resultados fueron dados a conocer el 25 de julio pasado.

En búsqueda de la fuente, fui al sitio web de la empresa encuestadora y en uno de los links rezaba “Aumento de los delitos en el último semestre fue de 4,9 puntos porcentuales”. Su sola lectura llamaba a la preocupación. Mientras la Encuesta Nacional Urbana de Seguridad Ciudadana (ENUSC) señalaba en marzo que durante todo el 2010 la delincuencia total había caído en un 5,4% - una baja histórica, por cierto – esta nueva encuesta hablaba de un incremento de casi la misma cifra y en sólo seis meses.

Al ir a la noticia en el mismo sitio web (A través de un link que muy asertivamente invita a “Leer más”), el titular del encabezado seguía siendo “Aumento de los delitos en el último semestre fue de 4,9 puntos porcentuales”. Sin embargo, en el primer párrafo del cuerpo de la noticia la información era “Según el último Índice Paz Ciudadana – Adimark el porcentaje de hogares víctimas de delitos de robo o intento de robo en los últimos 6 meses tuvo un alza de 4,9 puntos porcentuales”. Entonces, mientras los titulares hablaban de un incremento de los delitos, sin distinguir – lo que por cierto, provocaría la alarma de cualquier experto y para qué hablar del ciudadano común – lo  cierto es que lo que había aumentado eran los robos e intentos de robo. Repito: robos e intentos de robo.

Entonces, el  alarmante aumento en un 4,9% ya no sólo no decía relación con la totalidad de los delitos, sino que además incluía los “intentos”, es decir, los delitos no consumados, sin aclarar siquiera la causa de esa no consumación.

Siguiendo con la lectura de la noticia publicada en el sitio web de la empresa encuestadora, me encontré con otros datos sumamente relevantes a la hora de juzgar las políticas de seguridad pública. Por ejemplo, que la mayoría de los delitos se producen en la vía pública y no son violentos. Si lo evaluado son los delitos contra la propiedad, es importante saber que un robo sin violencia, no es un robo, sino un hurto.

Por otra parte, según la misma encuesta la percepción de “alto” nivel de violencia en el barrio habría disminuido un 4,2% entre julio de 2010 y junio de este año. Y mientras sólo el 13,9% de la población manifiesta un nivel alto de temor a la delincuencia – concentrado principalmente en los sectores de mayores recursos –, casi el 20%, el 19,7 para ser más exacto, expresa tener un nivel “bajo” de temor a ser víctima de un delito. O sea, en Chile es más la gente que siente un bajo temor a la delincuencia que la que siente mucho temor. El grueso de la población, por cierto, manifiesta un nivel medio de temor frente al delito.

¿Qué nos dicen todas estas cifras? ¿Es razonable alarmarse frente a esta encuesta al punto de pedir una sesión especial en la Cámara de Diputados? Cualquiera que trabaje habitualmente con estadísticas criminales entiende que no. Por el contrario, los números muestran a todas luces una mayor sensación de seguridad en la ciudadanía, que a su vez se refleja en otras derivadas del problema, como el máximo histórico del porcentaje de denuncias que reduce lo que llaman “la cifra negra”, es decir, los delitos que se cometen pero que no llegan a tribunales. A mayor seguridad, a mayor confianza en las instituciones, mayor tasa de denuncias.

Ese día martes de 2 de agosto, en el horario en el que fue citada la sesión especial para analizar este tema, debían funcionar cinco comisiones permanentes, una comisión especial y una comisión investigadora, es decir, un total de siete comisiones de trabajo de la Cámara de Diputados. Si consideramos que cada comisión está integrada por trece miembros, fueron 91 diputados, es decir, más de dos tercios del total, los que se vieron impedidos de realizar su trabajo de comisiones – donde verdaderamente se realiza el trabajo técnico legislativo – por tener que asistir a esta sesión especial convocada por la alarma causada por una encuesta semestral sobre delincuencia.

Quien esté leyendo esta columna se preguntará de qué me quejo si la sesión fue convocada y aprobada por los mismos diputados. La respuesta nos la da el mismo estudio en cuestión. Otro de los datos relevantes que arrojaba la encuesta Adimark – Paz Ciudana, es que, entre todas las instituciones vinculadas al tema de la seguridad, los senadores y diputados son – oh sorpresa! – los peor evaluados, con una nota de 3,3.

Al ver estas cifras y escuchar las intervenciones en la Cámara de Diputados se me vino a la mente la siguiente pregunta: ¿Cuál sería la respuesta de un ciudadano común si le dieran a elegir entre que sus representantes estén en una comisión de trabajo o discutiendo sobre los alcances de una encuesta?

La respuesta a esta pregunta se escuchó reiteradamente en las abundantes y floridas intervenciones de aquella sesión especial: seriedad en el trabajo contra la delincuencia. Trabajar con seriedad significa conocer en profundidad el problema que se pretende resolver y, por ejemplo, no confundir victimización con sensación de inseguridad. O, al menos, leer y analizar toda la encuesta. Al menos. Digo yo.

 

Foto: Jazdrek