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La crisis de la civilización contemporánea

30 Diciembre 2010
En el medio económico en el que hoy nos desarrollamos se tiende a priorizar aspectos de cantidad y ganancias, sin considerar calidad y el subsecuente daño al medio y, por ende, a las personas. Por Verónica Zamorano.
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Resulta irónico que en la medida en que se desarrollan las tecnologías, se profundiza, se acrecienta y se vuelve irreversible la destrucción de nuestro propio hábitat, lo que se manifiesta en la contaminación del medioambiente y la destrucción de la capa de ozono, con todo lo que ello implica para el calentamiento global y el cambio climático.

Lamentablemente este desastre de la naturaleza tiene mucho que ver con la falta de voluntad política de los gobiernos de turno y con la falta de educación y conciencia ecológica que se percibe en todos los estratos sociales.

En el medio económico en el que hoy nos desarrollamos se tiende a priorizar aspectos de cantidad y ganancias, sin considerar calidad y el subsecuente daño al medio y, por ende, a las personas. Un claro ejemplo es lo que sucede en Huasco, donde la calidad de vida de la población se ha deteriorado considerablemente producto de la presencia de la termoeléctrica y de la planta de pellets, situación que podría no ser diferente a la nuestra de prevalecer el proyecto termoeléctrico Castilla.

Para el departamento de Género y DDHH de la CUT-Provincial es claro que todos tenemos el poder y la obligación moral de preservar el mundo de nuestros descendientes. Por ello ya es hora de que en nuestro país funcionen los organismos competentes en los diferentes niveles de gobierno, la población consciente de la situación y, en particular, los profesionales de la docencia, para contribuir decisivamente a generar conductas acordes con la urgente necesidad de proteger y conservar el escenario ecológico nacional, lo cual podemos hacer desde el hogar y desde las instituciones educativas.

La ciencia ha reconocido que para generar cambios de hábitos no bastan voluntad, determinación y metas claras; también es necesaria la persistencia y permanencia de los cambios en el tiempo.

Vivimos en una época de grandes retos y responsabilidades. Definitivamente la crisis de la civilización contemporánea es sólo la proyección a gran escala de la crisis existencial que padece el ser humano empeñado en ignorar las consecuencias de su propia irresponsabilidad.
FOTO: Jesús Martinez

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