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Fútbol y Poesía: Ser fanático de Deportes Copiapó, es saber más del amor

11 Abril 2011

Deportes Copiapó perdió de local frente al colista Lota Schwager. De verdad creo que sé más del amor y de los dolores de cabeza ahora, porque asisto al estadio del Puerto de Caldera, sabiendo que el equipo lleva dos partidos (hoy tres) sin conocer el triunfo.

Víctor Munita Fritis >
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Cuando asisto a un partido de Deportes Copiapó, más bien me comprometo con la estadística y la tradición de este club, que trae en su colores el pasado de Regional Atacama, con las breves y diversas historias de futbolistas que han llevado la camiseta de estos equipos, creo “que se más del amor de lo que pensaba”, es tan simple porque cuando yo digo amor, lo digo con conocimiento científico de un sentimiento que generalmente está entre la racionalidad y la irracionalidad.  Porque el enamoramiento, el amor, como quiera que se llame, acontece cuando se produce en el cerebro la feniletilamina, compuesto orgánico de la familia de las anfetaminas; que al inundarse el cerebro de esta sustancia, éste responde mediante la secreción de dopamina  que es un neurotransmisor responsable de los mecanismos de refuerzo del cerebro, es decir, de la capacidad de desear algo y de repetir un comportamiento que proporciona placer. Porque yo, hasta este sábado (incluso este domingo) mantenía con las mayores ganas y/o deseos de ver a Deportes Copiapó contra Lota Schwager por la primera fecha de la fase nacional, del torneo de primera B de Chile. Entonces, de verdad creo que sé más del amor y de los dolores de cabeza ahora, porque asisto al estadio del Puerto de Caldera, sabiendo que el equipo lleva dos partidos (hoy tres) sin conocer el triunfo (perdió 1-2). Pero también sé, que conozco de este dolor y del amor, porque alguna vez estuve en una cancha; no siendo un hábil con la pelota, pero si sabía como marcar y no permitir los goles en mi arco, en pocas palabras: “Pegaba muy buenas patadas”, pero del dolor se sabe mucho más cuando uno recibe un pelotazo en los genitales estando en la barrera y también el placer con la anotación del gol o los goles, placer que no vivo hace tres fechas en la cancha de pasto (porque Copiapó no gana), esto es casi la depresión misma, y podría ser bien llamado  “mal de amor” como los poemas de Oscar Hahn.

¿Qué pasa con Deportes Copiapó? ¿Qué no aparecen las chilenitas para entregar ese sagrado encanto y emoción que dura incluso al salir del camarín? Si UD. supiera querida y querido lector, que no ha pisado el césped o la tierra de una cancha; lo que es tener a una chilenita en frente apoyando con sutileza o bravura su espalda en el campo de batalla, con las piernas abiertas en el aire al juicio de la de cuero… Es realmente algo inmensurable, escribo de fútbol, digo.

Ayer, sólo vi un gesto importante en la cancha de pasto, una rama del amor: la solidaridad cuando los jugadores del CDC se defendían del ataque de carácter castrense de los árbitros o era una turba de cuatros flaites con pito, robando el partido sin pasamontañas, identificados con las iniciales de Álvaro Segueira, el  4° Arbitro Franco Polanco, el lineman Ray Hidalgo y el otro lanza que se dio a la fuga.

Vi poesía al fin, en las bicicletas de Ocupé Bayenga (CDC), vi humillación y pánico en el hoyito a un lateral (CDC) y en la mano de Muñoz (CDC) sancionada con un penal a favor de Lota que ya ganaba 2 x 0. Sentí miedo en cada contragolpe de Víctor “Guagua” González (LS) y José Huentelaf (LS); pero sentí nostalgia con la soledad de Fernando Burgos (CDC) bajo los tres palos; e hidalguía y justicia, con cada achique y atajadas que realizaba en el área grande este “monstruo del deporte rey”.

El medio campo era como si una mancha de carbón, más grande que la de termoeléctrica Castilla, hubiera borrado a los copiapinos, dejándolos sin alimentos y provisiones para el futuro del partido.

En césped sintético, los dos centrales habían perdido los ojos que debían llevar en la espalda; un capitán (Alfaro), hacía el papel del buen hermano en diversas partes de la cancha.

La esperanza, tal como las relaciones de parejas, con el gol, todo podría ser otra vez, pero vino un quiebre: la expulsión de Diego Díaz (CDC) el anotador.

En realidad, esperaba más arte, esa conformación de lenguaje mediante los signos (jugadores) que parecían inmóviles en la cancha, especialmente durante el primer tiempo, tan rígidos y frágiles como un himen. Eran como letras garabateadas en un papel verde por un infante. Casi supe del llanto, casi supe del fracaso, casi supe del odio, porque si bien es cierto el amor y el odio provienen de la misma parte del cerebro, prefiero quedarme con ese amor por la albiverde, esa incondicionalidad con la institución, porque siguiendo a un club desde los dos años de edad (Regional Atacama y hoy al CDC), el cuerpo entero se va haciendo resistente a los efectos de estas compuestos (feniletilamina y dopamina las sustancias del amor maniático) y toda la locura de la pasión se desvanece gradualmente, la fase de atracción no dura para siempre y comienza entonces una segunda fase, que podemos denominar de “pertenencia” dando paso a un amor más sosegado. Se trata de un sentimiento de seguridad y comodidad, incluso paz, un sentimiento asociado al apego, y esta fase del amor no es menor, porque duele tanto o más que un quiebre en la primera “la del enamoramiento”, ya que es similar a perder a un ser querido, ese dolor dura días; lo mismo pasa con Club de Deportes Copiapó S.A.  en un hincha como yo, donde el dolor de la derrota en casa, arrendada, pero casa; es similar  a perder al abuelo todas las semanas, es similar extrañar a la persona que amas sin saber si volverá alguna vez de su largo viaje.

Con el respeto del gran poeta Gonzalo Rojas, Yo también “estoy condenado siempre a una, a esa una, a esa única que me diste…”  a esa única camiseta.

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