Nuestra pareja: nuestro más cercano prójimo

Nuestra pareja: nuestro más cercano prójimo

14 Febrero 2011
Nuestra pareja –en la ley de Siembra y Cosecha- está cerca de nosotros. Si resolvemos con ella lo que hay que resolver, la misericordia de Dios disuelve a la vez otros muchos hilos de culpa y atadura. Juan Lama, Radio Santec.
Juan Lama Ortega >
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La vida no ha traído a esa persona hasta el momento lo que ella deseaba y se había imaginado. Muy poco se cuestiona cuál podría ser la causa, porque para esta persona es algo evidente y está claro: ya comenzó en la infancia; fue por los padres, por los profesores. Tampoco los amigos eran como tendrían que haber sido.
La pareja había prometido más de lo que luego, decepcionantemente, cumplió: fue por lo tanto un desengaño. Nada se desarrolló tampoco en la profesión de la forma prometedora con que había comenzado.
De modo que surge el deseo de cambiar de lugar de trabajo, para ganar más y para subir más alto por los peldaños de la escalera del éxito, o madura la decisión de abandonar una agrupación de personas para pronunciar en otra parte grandes palabras, dar salida a sus opiniones y realizar allí por fin sus ambiciosos planes de desempeñar un papel destacado.
En el lugar de trabajo no edificó sobre sus capacidades ni las amplió, porque las peleas que dominan en el matrimonio o en la pareja también produjeron sus resultados en el puesto de trabajo: las desavenencias en el matrimonio o en la pareja condujeron a desavenencias en la empresa, porque a causa de las disputas, la calidad del trabajo dejó que desear.
Quien conoce las más diversas situaciones de vida del ser humano, sabe que este período de la vida, de reorientación e intento de un nuevo comienzo, puede iniciarse hacia los 30 años y termina entre los 40 y los 50 años, cuando aparece el pánico en la persona porque apenas ha dado frutos en su verano. Tendría que reconocer que hasta entonces la vida no había llegado a cumplir su sentido, sino sólo trajo disputa y los cambios de profesión. Esto rara vez lo admite la persona. En el otoño de nuestra vida nos encontramos entonces con las manos vacías, pero con una abundante experiencia negativa, con una red que tiene incontables nudos e hilos que otra vez tenemos que deshacer, ya sea como almas en los ámbitos de purificación o en posteriores encarnaciones.
Quien no da frutos maduros, quien no ha aprovechado su verano, tampoco alcanzará soberanía en el otoño, sino será un viejo infantil que mirará retrospectivamente su existencia terrenal humanamente espectacular, y ¿qué ha quedado? Un vacío, una vida que no se ha cumplido, una existencia avejentada que gira en torno a sí misma. Tal como fue con esa persona en la primavera, e igualmente en el verano, así es entonces también en el otoño.
En una única vida terrenal- con la ayuda de Cristo- podemos deshacer muchos nudos y disolver muchos hilos de la red de nuestras analogías, si perseguimos de forma consecuente una meta más elevada, prestamos atención a la energía del día y aprovechamos las oportunidades que nos ofrece cada día de nuestra vida. Sin embargo, en una única encarnación también podemos ampliar considerablemente nuestra red de lo pecaminoso. Precisamente nuestra pareja –en la ley de Siembra y Cosecha- está cerca de nosotros. Es por así decirlo de modo especial, nuestro más cercano prójimo. Si resolvemos con ella lo que hay que resolver, la misericordia de Dios disuelve a la vez otros muchos hilos de culpa y atadura, en caso de que nuestro prójimo nos persone. Sabemos que si damos un paso hacia Cristo, haciendo lo que Él nos ha encomendado, Él dará varios pasos hacia nosotros.
Extracto del libro “Yo, yo, yo. La araña en la telaraña”, Editorial Vida Universal.
FOTO: Ministerios Cash Luna

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Comentarios

Imagen de Sonia

Muy interesante!

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